miércoles, 24 de agosto de 2011

JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD (tercera parte) EL DINERO

Queda feo en personas como nosotros hablar de dinero, que no nos entretenemos en esas minucias, pero como ésa ha sido una de las principales críticas a la organización de las jornadas, quiero echar una visión crítica (como siempre, como siempre, ya lo sé).

Se ha dicho que si ha costado no sé cuánto, que si se ha pagado con nuestros impuestos; después que si no se ha pagado con nuestros impuestos pero que han desgravado fiscalmente las empresas patrocinadoras; luego que los abonos del metro con descuentos para los peregrinos…

Al final parece que han sido más los beneficios que los gastos, como se puede leer en diversos medios de comunicación. Pero aún así, bajo el lema “con mis impuestos no” o algo así se ha erigido una cantinela que circula por la red.

Analicemos sosegadamente: si el encuentro internacional hubiera sido de los “criadores de escarabajos peloteros” de todo el mundo, y esto hubiera sido capaz de reunir a un millón de visitantes, todos habríamos empujado para conseguir que su convención fuera en España y veríamos con buenos ojos que las distintas instituciones públicas y privadas colaboraran en la financiación de los diversos actos bajo la esperanza de que tan magno acontecimiento proyecte nuestro hermoso país ante los ojos del mundo, y que nuestras ciudades se vieran inundadas de potenciales clientes que dejaran sus dineros y se generase empleo, aunque fuese transitorio. Pero no, como era de católicos de todo el mundo, incluidos los países pobres, pues hay personas a las que les toca la fibra sensible, porque de todos es sabido que los católicos son mala gente, tienen cuernos y rabo y les huelen los pieses. Por eso, aunque han venido cientos de miles de personas, España se ha podido contemplar en no se cuántos países, los hosteleros, tenderos, y otros comerciantes han facturado y contratado, etc., nos repugna la imagen que se ha dado de nuestra nación y el dinero que ha podido dejar toda esa ralea a la que le huele los pieses.

Pues yo también estoy harto de que con mis impuestos se costee la seguridad de los encuentros de fútbol de “alto riesgo” en los que todos pagamos a los policías y 22 tíos se embolsan millones de euros en un solo partido; yo también estoy harto de que con mis impuestos se tenga que pagar a servicios sanitarios o de recogida de basura en los macroconciertos; y sobre todo estoy harto de que con mis impuestos se pague a la turbamulta de enchufados, paniaguados y neoconversos a credos políticos según se den las urnas que no tienen nada que hacer pero a los que se ha convertido en funcionarios de la administración municipal y autonómica por los servicios prestados en la contienda electoral, y sin embargo los pago y me jodo y los tengo que ver todos los días, y así un largo etcétera: bocadillos para mítines, propagandas institucionales, cenas de protocolo y de porque sí, coches oficiales, despachos de alto standing y demás dispendios asociados a la política del talonario a cuenta de los ciudadanos, entre ellos los católicos, que también pagamos impuestos.

Yo creo que ya va siendo hora de que dejemos las demagogias irracionales y cultivemos más el respeto hacia los diferentes colectivos y modos de afrontar la existencia. El que ha sido embajador ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, que fuera alcalde socialista de la Coruña, ha sido una de la personas que más ha trabajado para que la JMJ viniera a España y el otro día le oí en una entrevista radiofónica que estaba enfadado por toda esta ola de anticatolicismo que se ha montado. Me gustó oír a un hombre que es de izquierdas y cristiano y lo lleva con mucho decoro y dignidad. Vamos a ser sensatos.

De todas maneras esto no quita para que yo crea que la Iglesia debería ir por otro lado, pero esto lo desarrollaré en otra entrada.

sábado, 13 de agosto de 2011

JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD (segunda parte) EL PAPA

El actual Papa, Benedicto XVI es el resultado dialéctico del cúmulo de acontecimientos que sacudieron el mundo, y en especial el continente europeo, durante el siglo XX, del último Concilio y de Juan Pablo II.

Cuando en 1962 el Papa Juan XXIII inició el Concilio Vaticano II cuyo objetivo él mismo había mostrado gráficamente con un abrir las ventanas para que entrara aire fresco, quiso afrontar desde el diálogo lo que se llamó el aggiornamento, o puesta al día de la Iglesia, que había perdido el tren de la “Modernidad” en medio de una creciente secularización quedando al margen de todo lo que representaba el “proyecto ilustrado”: la ciencia, la democracia, los movimiento obreros, etc. Probablemente el bueno de Juan XXIII no imaginó que el aire fresco que entró en la Iglesia se convertiría en vendaval dejando los seminarios casi vacíos, hasta el punto de que corría entre círculos clericales la frase, en tono de humor decadente de “el último que apague la luz”.

Ya en aquellos años conciliares, Joseph Ratzinger colaboró desde sus estudios de Dogmática. En 1968 publica “Introducción al cristianismo” en el que muestra su preocupación por que el diálogo entre la razón y la fe no nos lleve a degradar la “pepita de oro” (imagen que él utiliza para referirse al mensaje cristiano) apelando a la necesidad de ortodoxia.

Juan Pablo II fue el papa que procedía del mundo comunista y había conocido la persecución contra los cristianos, pero también la defensa de los derechos de los obreros. Arduo luchador, jugó un papel decisivo en la caída del Muro de Berlín, manejó como nadie los medios de la globalización pero hizo una apuesta por los movimientos más conservadores de la Iglesia, de tal manera que entre sus críticos se habla de él como “el papa que llenó los estadios y vació las iglesias”. Su preocupación por la ortodoxia doctrinal resultó especialmente dolorosa en su relación con la Teología de la Liberación, a la que se acusaba de marxismo, que en los 80 se movía en la persecución más sangrienta en América central y del sur. Para los cristianos cercanos a esta sensibilidad de lucha  por la justicia resultaba incomprensible el que, en su visita a Nicaragua recrimine a Ernesto Cardenal su vinculación con el gobierno revolucionario sandinista, mientras no había condenado con tanta energía la dictadura chilena; o que Oscar Romero (al que dediqué una de las entradas de este blog) no haya sido canonizado y a Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, se le hiciera santo en un tiempo record.

Precisamente el encargado de velar por esa ortodoxia (no tanto por la ortopraxis) fue el Cardenal J. Ratzinger, al que nombró Prefecto de la Congregación para la Sagrada Doctrina de la Fe. Símbolo de su tarea al frente de esta institución es su especial dedicación a “corregir” a Leonardo Boff, uno de los más insignes representantes de la Teología de la Liberación, quien terminó por renunciar a su sacerdocio para poder seguir escribiendo con plena libertad. Sin embargo, es curioso que Ratzinger protagonizara un diálogo interesantísimo sobre la relación de la razón y la fe con Jürgen Habermas, quizá el filósofo más importante del momento.

En España también sufrimos esta ola neoconservadora con la destitución de sus cátedras de teólogos de la altura de Juan Antonio Estrada o José María Castillo. Entre los obispos va creciendo el número de los adeptos a esta corriente, y se empiezan a nombrar, no tanto por su capacidad, sino por su fidelidad a la línea oficial hasta llegar a conformar, en opinión de González Faus, “la Conferencia Episcopal más mediocre de los últimos doscientos años”.

Las parroquias se llenan de grupos conservadores, los sacerdotes vuelven al vestido negro, al predomino en el detalle litúrgico más que en el espíritu de las celebraciones y crece en la Iglesia la preocupación por la moral personal.

Es comprensible que los movimientos críticos con esta línea de Iglesia muestren su enfado y se prodiguen en sus críticas con ocasión de la visita del papa; es también comprensible que militantes de la izquierda que defienden otro modelo de moralidad, hagan ver su disconformidad y que ésta se haga más sonora con la visita del papa.

Sin embargo, yo me hago una serie de preguntas que tienen que ver con la visita y los diferentes posicionamientos que expondré en la próxima entrada. Por hoy creo que es suficiente.

Perdón por haber excedido la longitud habitual de mis artículos.

viernes, 12 de agosto de 2011

La Jornada Mundial de la Juventud (primera parte)

He leído, visto y escuchado tantas cosas sobre la visita del Papa a España, que he creído ser mi obligación moral expresar detenidamente lo que voy reflexionando y escribiendo en las discusiones en Facebook, como creyente cristiano, católico convencido y profesor de Religión y como militante socialista. Sí, ya sé que más de uno pensará que soy el típico gilipollas que le gusta hacerse notar. Bueno, cada uno es libre, pero me niego (y no sólo yo) a admitir que por ser católico tenga que ser de derechas y me resisto a aceptar (tampoco soy el único) que por ser socialista tenga que ser anticatólico, como tampoco estoy dispuesto a tragar con todo lo que digan los dirigentes de mi partido ni me resigno a que la Iglesia tenga que ser tan conservadora como ha devenido en los úlimos 25 años.

Empiezo a escribir hoy porque, habiéndome acercado desde mi retiro veraniego hasta mi casa de Alcantarilla, me he encontrado a un nutrido grupo de chicos, chicas y personas adultas que estaban esperando en la puerta de la parroquia de San Pedro a que llegaran los jóvenes de otros países que vienen a hospedarse en sus casas y a los que van  a acompañar durante los días previos al encuentro de Madrid. Nadie les ha pagado nada, ni van con un tique o una nota para que el gobierno regional les dé dinero por hospedar a todos esos jóvenes. Lo hacen gratuitamente, porque tienen ilusión de encontrarse con otros hermanos en la fe que son de otros países de Europa o de América, o… Para sufragar gastos andan vendiendo papeletas para una rifa de un portátil, y mecheros y cosas así, que quien quiere compra y quien no, pues nada.

Se da la circunstancia de que conocía prácticamente a todos los que estaban esperando a que llegaran los huéspedes, y se da también la circunstancia de que entre ellos había seis alumnas mías. Quien me conozca sabrá de sobra que mis alumnos, especialmente en estos tiempos en los que nuestros gobernantes han convertido el estudiar Religión Católica en acto de heroísmo, son sagrados para mí, y encima éstas son de lo mejor que tenemos: buena gente, mejores estudiantes, solidarias, comprometidas, etc.

Por eso aviso a navegantes, de esos que tocan la campana como cuando hay niebla con un badajo monocorde “dan-dan, dan-dan” contra la visita del papa: sobre Benedicto XVI y sobre la Iglesia hablaré en las siguientes entradas del blog; pero lo del encuentro de jóvenes, que es de lo que se trata va por otro lado.

En realidad ya sabéis que se llama Jornada Mundial de la Juventud: Hay decenas de miles de voluntarios, que colaboran gratuitamente, 130.000 jóvenes que vienen a España de más de  30 nacionalidades. Entre ellos hay personas de toda condición social y económica, unos de derechas y otros de izquierdas, unos que hacen hincapié en rezar mucho y otros que insisten más en la solidaridad activa, pero todos unidos por una creencia y por la ilusión de conocer a otros jóvenes.

Esto es el centro de la cuestión y se equivocan los beatones y caciques eclesiásticos tan proclives a la papalatría (mientras el papa sea favorable a sus tesis) si quieren hacer de la visita del "Santo Padre" lo único importante, y se equivocan los que entran al trapo de esta visión deformada de la JMJ criticando  la visita de Benedicto XVI despreciando todo lo demás.

Hagamos una cosa: miremos, analicemos y después discutamos, no vaya a ser que por darle en la boca al Papa, le demos en los morros a cientos de miles de jóvenes, y eso ya es más serio, sobre todo si entre ellos están mis alumnos, porque entonces MA-TO.