Se acercan buenos tiempos para la izquierda. Ya sé que más de uno o de una dejará de leer esta entrada y dirá: "¡otro gilipollas!.
Insisto y me explico: el hundimiento del sistema financiero internacional que ha provocado y, a la vez, ha sido la consecuencia de esta crisis en una espiral sin fin, ha pretendido demostrar que remar a favor del liberalismo económico nos llevaría a salir del remolino, pero en realidad amenaza con llevarnos río abajo hasta la catarata de la paralización económica.
El discurso de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades se ha mezclado con el discurso de que ahora es necesario vivir por debajo de nuestras necesidades. El recorte social, la caída del empleo público, el recorte de derechos y de salarios se ha tornado imprescindible para que los invisibles y omnipresentes "mercados" nos dejen dinero para seguir funcionando. Un dinero que hemos fabricado los países con nuestro producto interior bruto y que ahora está en manos de vaya usted a saber quién.
Pero algo está cambiando: el mismo liberalismo que abogaba por la austeridad ha caído en la cuenta de que ésta nos lleva a la caída del consumo y ello representa la paralización mundial de la producción, incluso de los países emergentes, que son los que están recibiendo masivamente las inversiones del capital ávido de beneficios rápidos y fáciles.
Dicho de otra manera: no es bastante que los ricos gasten y compren; es necesario que las grandes masas de obreros tengan dinero en el bolsillo para poder consumir. La preocupación de los Estados Unidos y de las economías emergentes es que la economía internacional se colapse como consecuencia de la recesión europea. Por eso, tras la reunión del G-20, se ha acordado dedicar el 1% del PIB de Europa, unos 130.000 mill. €, a estimular el crecimiento.
De la crisis del 29 se salió con las políticas Keynesianas de estímulo de la economía. La posguerra mundial se superó con socialdemocracia.
Parece que ahora el propio sistema liberal dará temporalmente la razón a la izquierda por conveniencia, estrictamente por conveniencia, por mor del "bendito egoísmo", motor de la economía en el capitalismo.
Como no va a ser por convicción ética ni por justicia, esta concesión a la izquierda no conllevará ningún cambio de la estructura, simplemente quedará integrada dialécticamente en la inexorable marcha del sistema liberal.
Tanto sufrimiento no ha servido para cambiar el tinglado, sólo para reforzarlo. Por el camino nos hemos dejado derechos que nos hacían más humanos, muchos han sido desahuciados de sus viviendas, otros muchos no podrán ponerse prótesis de rodilla, por ejemplo, por no poder pagarla, miles de jóvenes se descolgarán del sistema educativo al no ser atendidos personalizadamente...
¿Qué tendrá el sistema capitalista que integra a la izquierda contraria a él como momento necesario de su evolución?
¡Cuántas cosas tenemos que revisar desde la izquierda par dejar de ser un juguete en manos del capital! ¿Cuándo dejaremos de ser cómplices del sistema? ¿Cuándo recobraremos la perspectiva internacional? ¿Cuándo recuperaremos la IZQUIERDA, esa que es mucho más que los partidos de izquierdas?
domingo, 24 de junio de 2012
miércoles, 13 de junio de 2012
LA PERVERSIÓN DE LA DEMOCRACIA
Parece ser que hoy los grupos parlamentarios, a excepción
del PP, han solicitado la comparecencia del presunto presidente del gobierno a
cuento de la “línea de crédito” de 100.000 Mill.€. Naturalmente sus partidarios
han votado en contra: en contra de los otros grupos y en contra de lo
razonable.
No es la primera vez, ni desgraciadamente será la única, en
que sus señorías votan contra la
Razón (me permito, con todas las precauciones que la crítica
filosófica me impone, usar el término en mayúscula para referirme a la Razón Ilustrada, esa fue cuna
de la democracia moderna).
Con mucho pesar recuerdo cuando, aún no hace un año,
decidieron modificar la
Constitución de espaldas al pueblo español y soberano,
siguiendo “los dictados” de instituciones foráneas.
Es en estas numerosas ocasiones en las que se ve con
claridad que lo que cuenta en el Congreso de los Diputados no es el discurso
cargado de contenido para convencer, no es la Razón, ni siquiera la conciencia (si es que ésta
aún tiene un hueco entre los escaños). Lo que cuenta es la mera suma de votos.
Para acabar así, mejor sería reducir los representantes del pueblo en proporción
a los representantes que tienen ahora los diferentes grupos parlamentarios o
depositar en las manos de un solo hombre o mujer todos los votos del grupo que
ahora presiden. Nos ahorraríamos mucho dinero y mucha sin razón.
¿Cuál es el problema? El problema que se plantea es: ¿son
los parlamentarios los representantes del pueblo español o son los
representantes de los partidos?
Sobre el papel, son lo primero. En realidad son lo segundo.
Los partidos, por tanto deberían ser el instrumento que
garantizara que la voluntad de esa parte del pueblo español que piensa como
cada uno de esos partidos, llegara lo más intacta posible al poder legislativo
y allí hacerla oír por encima de intereses del ejecutivo o de la dirección de
cualquier grupo parlamentario.
Pero los partidos no cumplen esa función. Más bien al
contrario: en vez de ser permeables a la sociedad, se cierran a ella y entran
en discusiones por ver quién mandará en la maquinaria de su organización y
terminan mandando, no los que mejor conocen y pueden representar lo que la
gente quiere, sino los que han tenido más habilidad para situarse por encima de
los demás, rodeados de una turbamulta de “lacayos”, como decía el otro día un
amigo, que con el pico abierto esperan conseguir prebendas y favores personales
o familiares.
Así se entiende que luego, en el parlamento, los diputados
voten lo que dice el partido y no lo que manda la Razón, porque su cargo de
diputado se lo deben al partido que los ha colocado en la parrilla de salida,
ya que saldrá elegido vote el 90% o el 10% del censo.
Con semejante perversión de la democracia sólo podemos
esperar lo que nos pasa; que los presidentes de gobierno hagan lo que se les
antoja o lo que les obligan aunque vaya en contra de sus principios o, lo que
es peor, en contra de sus votantes.
O cambiamos los partidos por dentro o nos cargamos la
democracia.
sábado, 9 de junio de 2012
EL RÉGIMEN VALCARCELISTA
Hoy he podido oír con mis
propios oídos, cómo en su tono habitual, Valcárcel decía, con un desahogo
extraordinario, que salimos a la calle a protestar porque se aumentan las
ratios profesor-alumno, que nos quejamos porque en una clase de 25 alumnos van
a entrar 26 o 27. Y dice el Sr. Presidente que “la calidad de la educación no
se circunscribe a que haya más alumnos por aula o que los profesores trabajen
dos horas más” y que por ello no se va a resentir el sistema.
Nunca me había sentido
tan inútil. De decir eso a decretar que los profesores somos innecesarios hay sólo
un paso. Como es natural todo el mundo sabe que un profesor es un guardia de
seguridad que se pone en un aula con un motón de niños y niñas, tantos como físicamente
quepan, y cuida de que no se maten; por eso no es necesario hacer nada más, ni
atender a los padres cuando vienen al centro; ni corregir libretas, trabajos y
exámenes; ni tener reuniones de coordinación; ni atender a la diversidad de los alumnos que tenemos, algunos con necesidades especiales; ni presentar programaciones y
memorias... Todo eso es inútil. Total, el que sea listo no necesita maestro y el
que sea tonto o inútil, ya para qué.
La calidad de la educación,
a lo mejor, no se resiente porque el profesorado, en general es muy profesional
y antepone sus alumnos a cualquier otra consideración. Lo que se sí se resiente
es la calidad de la política y de los que nos dirigen.
Valcárcel miente a
sabiendas, porque él ha sido enseñante; Valcárcel ofende a la inteligencia,
sobre todo de los que tienen a sus hijos con dificultades de aprendizaje; Valcárcel
insulta al profesorado a los que quiere convertir en polis de guardería y
cuantos menos mejor; Valcárcel falta al respeto a todos y todas los que se han
manifestado en contra de los recortes compulsivos y mal atinados del gobierno
que él preside.
Y es que el problema reside en que, a base de obtener mayorías demasiado absolutas durante tantos años, su gobierno se ha convertido en un régimen y la democracia que preside, en un totalitarismo paternalista y despótico que ve en la discrepancia a su política una sinrazón o la pataleta de unos hijos desagradecidos. Debería tomarse unas vacaciones.
Y es que el problema reside en que, a base de obtener mayorías demasiado absolutas durante tantos años, su gobierno se ha convertido en un régimen y la democracia que preside, en un totalitarismo paternalista y despótico que ve en la discrepancia a su política una sinrazón o la pataleta de unos hijos desagradecidos. Debería tomarse unas vacaciones.
Haga lo que tenga que
hacer, pero, por favor, no nos tome por tontos.
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