domingo, 3 de marzo de 2013

NO ES MOMENTO DE BANDERAS.


Ayer salgo de casa y me encuentro calles cortadas, una ambulancia en la puerta del Ayuntamiento y empiezo a ver guardiaciviles y policías nacionales de gala, paracaidistas en traje de camuflaje y unos señores vestidos de legionarios. Los vecinos nos mirábamos perplejos. No sabíamos si era algo relacionado con el Cristo del Rescate o alguna solemnidad desconocida para nosotros. Por la tarde me dijeron que había sido un acto de homenaje a las víctimas del terrorismo.

Hoy veo fotos en la red, aunque en la prensa no veo nada. Dicen que vino Valcárcel y el Delegado del Gobierno. No tengo ni idea. Las fotos que digo eran de un desfile militar con ofrenda a los caídos en el monumento que aún sobrevive en el Jardín de la Constitución, antes Jardín de los Mártires.

¿A cuento de qué harían ayer un homenaje a las víctimas del terrorismo? Pero esto no me molesta, me parece bien, que bastante han sufrido.

Lo que me molesta es que se use a las víctimas en un acto de exaltación militar. Francamente, salvo que una buena  parte de las víctimas fueron militares y guardias civiles, no le veo la relación. También son muchos los políticos, altos funcionarios, obreros, niños,  y un largo etcétera que han caído de diferentes signos políticos y de extracciones sociales y no se hace un acto de homenaje por cada gremio.

Tampoco entiendo por qué la iglesia se presta a estos actos de dudosa motivación religiosa, en los que Jesús Sacramentado queda en un segundo plano ante tanta parafernalia.

Por supuesto, que tampoco entiendo qué hacen nuestros representantes políticos (desconozco si de todos los partidos, espero que no, o sólo los del PP) mezclando lo que es el buen gobierno democrático con actos que recuerdan la estética del NO-DO. La bandera de una nación representa a todos los ciudadanos y no sólo a las fuerzas armadas, y mucho menos a los paramilitares de no sé qué asociaciones.

En estos momentos de crisis política, económica y de desesperanza, lo que se necesita es más democracia, más libertad, más igualdad, más no-violencia, y no creo que sea conveniente organizar actos de exhibición de uniformes y estéticas ya afortunadamente pasadas.

Soy insumiso al servicio militar y me jugué ir a la cárcel por no querer participar en la dinámica del militarismo. Gracias a todos los que entonces nos la jugamos hoy nuestros jóvenes no tienen que hacer la mili. Sigue habiendo ejércitos, pero al menos sabemos que son empleados de los ciudadanos, como lo somos los maestros, y están a nuestras órdenes.

Sinceramente, prefiero manifestarme pacíficamente para reclamar una educación de calidad que aplaudir “la bota que pisa con estrépito” (que decía el profeta Isaías), prefiero cantar y escuchar percusión callejera para pedir que no desmantelen nuestra sanidad o que nuestros jóvenes no se tengan que ir de España, esa España de la que se les llena la boca a muchos pero que para ellos no son las personas (como decía Rousseau) sino las banderas.

Queridos representantes políticos: os podíais haber ahorrado la exhibición de ayer. Sólo espero que la comida y las copas no hayamos tenido que pagarlas entre todos.
Recibid un fuerte abrazo de paz.