Ayer salgo de casa y me encuentro calles cortadas, una
ambulancia en la puerta del Ayuntamiento y empiezo a ver guardiaciviles y policías
nacionales de gala, paracaidistas en traje de camuflaje y unos señores vestidos
de legionarios. Los vecinos nos mirábamos perplejos. No sabíamos si era algo
relacionado con el Cristo del Rescate o alguna solemnidad desconocida para
nosotros. Por la tarde me dijeron que había sido un acto de homenaje a las víctimas
del terrorismo.
Hoy veo fotos en la red, aunque en la prensa no veo nada.
Dicen que vino Valcárcel y el Delegado del Gobierno. No tengo ni idea. Las
fotos que digo eran de un desfile militar con ofrenda a los caídos en el
monumento que aún sobrevive en el Jardín de la Constitución, antes Jardín de
los Mártires.
¿A cuento de qué harían ayer un homenaje a las víctimas del
terrorismo? Pero esto no me molesta, me parece bien, que bastante han sufrido.
Lo que me molesta es que se use a las víctimas en un acto de
exaltación militar. Francamente, salvo que una buena parte de las víctimas fueron militares y
guardias civiles, no le veo la relación. También son muchos los políticos, altos funcionarios, obreros, niños, y un largo etcétera que
han caído de diferentes signos políticos y de extracciones sociales y no se hace un acto de homenaje por cada gremio.
Tampoco entiendo por qué la iglesia se presta a estos actos
de dudosa motivación religiosa, en los que Jesús Sacramentado queda en un
segundo plano ante tanta parafernalia.
Por supuesto, que tampoco entiendo qué hacen nuestros
representantes políticos (desconozco si de todos los partidos, espero que no, o sólo los del
PP) mezclando lo que es el buen gobierno democrático con actos que recuerdan la
estética del NO-DO. La bandera de una nación representa a todos los ciudadanos
y no sólo a las fuerzas armadas, y mucho menos a los paramilitares de no sé qué
asociaciones.
En estos momentos de crisis política, económica y de desesperanza,
lo que se necesita es más democracia, más libertad, más igualdad, más
no-violencia, y no creo que sea conveniente organizar actos de exhibición de
uniformes y estéticas ya afortunadamente pasadas.
Soy insumiso al servicio militar y me jugué ir a la cárcel
por no querer participar en la dinámica del militarismo. Gracias a todos los
que entonces nos la jugamos hoy nuestros jóvenes no tienen que hacer la mili. Sigue
habiendo ejércitos, pero al menos sabemos que son empleados de los ciudadanos, como lo somos los maestros, y
están a nuestras órdenes.
Sinceramente, prefiero manifestarme pacíficamente para
reclamar una educación de calidad que aplaudir “la bota que pisa con estrépito”
(que decía el profeta Isaías), prefiero cantar y escuchar percusión callejera
para pedir que no desmantelen nuestra sanidad o que nuestros jóvenes no se
tengan que ir de España, esa España de la que se les llena la boca a muchos
pero que para ellos no son las personas (como decía Rousseau) sino las
banderas.
Queridos representantes políticos: os podíais
haber ahorrado la exhibición de ayer. Sólo espero que la comida y las copas no
hayamos tenido que pagarlas entre todos.
Recibid un fuerte abrazo de paz.