Me pongo a repasar mentalmente los evangelios y no me viene
a la memoria ningún hecho o dicho de Jesús que tenga relación, no ya con la
homosexualidad, sino con la sexualidad en general. Y es raro, porque si hubiera
considerado tal asunto importante seguro que lo habría dicho y su manera de
plantear el tema sería tan alternativa que los evangelistas, aunque a
regañadientes, como hacen en otras ocasiones en las que Jesús resultaba muy transgresor,
nos lo hubieran transmitido.
Sin embargo, dedicó muchas palabras y acciones al problema
de la distribución de la riqueza. Anunciaba la posibilidad de un mundo nuevo,
de un sistema distinto de las relaciones humanas desde la igualdad de hijos de un
Dios Padre-Madre que es puro amor, “lento a la ira y rico en clemencia”, y esto
lo proclamaba como una buena noticia (eso significa precisamente “evangelio”). Los
que no querían que ese nuevo mundo, ese nuevo Reino naciera eran los que vivían
instalados en sus riquezas y en el poder. De ahí sus maldiciones contra los
ricos: “ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo”; o sus
avisos del peligro de las riquezas: “es más difícil que un rico entre en el
Reino de los Cielos que no que un camello pase por el ojo de una aguja”.
Las alusiones a los ricos y a las riquezas son numerosísimas
en los evangelios, sin embargo, al sexo, nada.
También son numerosas las alusiones de Jesús a los que hacen
de la religión un gran negocio o un instrumento de poder. Reta a los sacerdotes
del Templo a que lo destruyan, que Él lo reconstruiría en tres días, porque,
como le dijo a la
Samaritana, la adoración a Dios no requeriría de lugares
sagrados; dedica a los fariseos y escribas, esos que cargaban pesadas losas
sobre las gentes sencillas, los más descarnados calificativos. Les llama
sepulcros blanqueados, raza de víboras, etc. Pero de sexo, nada.
Hablaba sobre el amor, sobre el perdón, sobre la amistad;
atendía a enfermos, marginados y pobres en general y todos los que se acercaban
a Él se iban felices por haber encontrado el amor de Dios en este mundo. Pero
sobre sexo ni una palabra.
Tan sólo cuando alguien quiere criticar a una mujer de “mala
fama” o cuando le presentan a una adúltera, podría entenderse que está tratando
de sexualidad. Pues no. Porque Jesús trasciende los hechos para defender a la
persona. No hay condena, sólo hay acogida y posibilidad de volver a empezar.
Cuando Monseñor Reig Pla hizo esa desgraciada alusión a la
homosexualidad, de la que estoy seguro que se estará arrepintiendo y si no es así debería hacérselo mirar, podía
haber hablado de riqueza y de pobreza, y más ahora. Podía haber hablado del
amor de Dios, podía haber requerido a los ricos generosidad, haber recriminado
a los poderosos su falta de políticas que piensen en los más desfavorecidos,
podía haber pedido a los bancos la dación en pago, podía habernos pedido que
seamos solidarios, podía haber dado esperanza, podía haber anunciado… el
Evangelio, la Buena Noticia.
Pero no, tenía que hablar de sexo, precisamente de lo que
Jesús no hablaba y con ello queda expuesto a que le digan lo que Él dijo a los
que querían condenar a la adúltera: “el que esté libre de pecado, que tire la
primera piedra”.
Quizá ha llegado la hora de un cambio en la Iglesia… Pero eso lo
escribiré otro día.
Chapeau!!
ResponderEliminar¿A quién llamo Maestro?, al que me enseñó, con criterios que validaron mi vida y mi existencia, en los que creo y seguiré creyendo, mi Maestro hablaba de compasión, misericordia, confianza, esperanza, dar la vida por, sentir con. Y sí Él fue un transgresor, !Bendita transgresión!.
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