A veces, éxito, verdad y honor pueden coincidir en una
persona. No son muchos los casos, para qué nos vamos a engañar.
A veces, la verdad y el honor son un obstáculo para el éxito.
A veces, pocas, hay quien escoge el honor y la verdad.
A veces, bastantes, hay quienes eligen el éxito por encima
de la verdad y del honor.
A veces, con frecuencia, quien abrazó la verdad y el honor,
se queda sólo o escasamente acompañado.
A veces, también con la misma frecuencia, quienes optan por
el éxito a costa de la verdad y del honor, suelen estar copiosamente
acompañados.
A veces, quien se quedó del lado de la verdad y del honor,
encuentra en su escasa compañía a otras personas de verdad y honorables.
A veces, quien abrazó el éxito sin importarle la verdad y el
honor, encuentra a numerosas personas exitosas también.
Si la verdad es una perla y el honor es oro, el éxito suele
ser oropel.
Si la verdad es transparencia y el honor es el adorno de la
mirada de frente, el éxito suele ir acompañado de refracciones y miradas
esquivas.
Si la verdad y el honor se presentan con una sonrisa, el éxito hace ostentación de júbilo desbordado.
A veces, un poco menos cada día, tengo la tentación de
renunciar al honor, de suavizar la verdad, porque el éxito es tangible.
A veces, un poco más cada día, valoro la verdad que me dicen
mis personas más queridas y es un honor para mí contar con ellas, aunque rara
vez tengamos éxito de ese que es enemigo de la verdad y del honor.
A veces, sólo a veces, tenemos éxito porque éste consiste en
mantenerse en el camino de la verdad y del honor.
Tengo presentes en su evanescencia a los triunfadores
autocomplacidos que han subido al pedestal usando peldaños humanos.
Y brindo por los que, a veces, renuncian al pedestal.
Los unos triunfan en este mundo.
Los otros, los veraces y honorables, cambian el mundo.
