Hoy hemos tenido conocimiento de que un hombre se ha quitado la vida antes de ser desahuciado.
Es la lágrima que colma el vaso rebosante de llantos, de
sufrimiento, de angustia por no poder cobrar, por no poder pagar.
Pagar a un banco una cantidad desorbitada, si actualizamos
los precios de la vivienda.
Lo que antes costaba cien, hoy vale cuarenta, pero el banco
pide ciento sesenta, porque hay que incluir los intereses.
Te quitan la casa con ayuda de la justicia y de la policía y
luego te quieren hacer pagar la diferencia entre el precio en el que el banco
venderá, que será por cuarenta, y los ciento sesenta.
Te quedas en la calle para ahora mismo y para los próximos
veinticinco años.
El banco no es nadie, el banco es una maquinaria
automatizada de ganar dinero, porque nunca pierde y si lo hace tenemos que
pagarle.
El banco no entiende de personas, para él un desahuciado es
un obstáculo eliminable. El banco no ve, no oye, no siente. Sólo calcula.
Cuando encuentra uno de esos obstáculos que no pagan, llama
a la justicia y ésta envía a la policía a “fumigar”. Si se encuentran al “enredo”
muerto, trabajo que se ahorran.
Pero quienes firman las ejecuciones de las hipotecas son
personas que trabajan en el banco; quienes ordenan los desahucios son personas
que trabajan en un juzgado; los que van a echar a los “obstáculos” son personas
que trabajan con casco y porra.
Si les preguntas uno a uno, te dirán que están asqueados de
generar tanto sufrimiento humano. Más de uno se irá a casa con el estómago en
la garganta.
¿Cómo es posible que hayamos dado tanto poder a algo que no
es nada? ¿Cómo es posible que ese almacén de nuestro dinero nos domine y
tiranice hasta el punto de hacernos esclavos para los próximos veinticinco años
y que para que no nos quite nuestro dinero tengamos que darle más dinero?
¿Cómo no nos negamos a ejecutar hipotecas, a dictar
desahucios, a echar a golpe de porra a los pobres a la calle?
Y todo para que luego todo eso que nos quitan se lo
traspasen a un “banco malo” al que se lo venderán por un 15 % de su valor de
tasación.
¿Y no sería mejor que renunciaran a los intereses y sólo
reclamaran el capital? La cuota se volvería asequible para muchos, y al fin y
al cabo no provocarían tanto sufrimiento.
¿Pero hay alguien en el arco parlamentario que tenga cojones
a plantear una reforma de la ley hipotecaria?
Hoy, el hombre que ha sido ahorcado con la soga del banco,
la silla del juzgado, el empujón de la policía y el silencio de cuantos
callamos, ha cargado sobre sus hombros con todos los pecados del mundo: el
pecado de la injusticia, de la insensibilidad, de la avaricia, del mirar para
otro lado; y no ha podido con ellos.
Ruego a Dios que lo tenga en su seno, que le haga compartir
la mesa de los que han muerto por la JUSTICIA, la mesa de los bienaventurados, la mesa
de las víctimas y de todos los que se solidarizaron con ellas, la mesa de la
comunión de los santos.
Vaya para él, para los que mandan los desahucios y para nosotros la canción de Bob Dylan:
How many
times must a man look up
Before he can see the sky
How many ears must one man have
Before he can hear people cry
How many deaths will it take
till he knows
That too many people have died
The answer, my friend, is blowing in the wind
The answer is blowing in the wind
Before he can see the sky
How many ears must one man have
Before he can hear people cry
How many deaths will it take
till he knows
That too many people have died
The answer, my friend, is blowing in the wind
The answer is blowing in the wind
Los bancos de hoy, son el cúmulo de inmundicias humanas acumuladas en el tiempo. Las vimos y callamos, nos sentiamos comodos en el lugar que nos había tocado estar. Realizamos asientos bancarios en nuestros corazones con un debe y un haber ajustado a los intereses particulares.
ResponderEliminarAsistimos consternados a una realidad que nos desborda, que siempre apunta al otro. Es tiempo de retomar la conciencia, la pregunta, porque la sociedad es la suma de individuos que la componen y los que hoy realizan los desahucios no son entidades abstractas,sino organismos humanos que se cubren con el manto de entidad, hace mucho tiempo que perdieron la humanidad para convertirse en lobos que se alimentan de las presas más débiles. Es bueno que lloremos, no por los caidos en la crisis económica, sino por nosotros mismos, nos faltó el arrojo necesario para considerar que el bien común se construye con generosidad y no con intereses particulares que generan estructuras opresivas que aniquilan lo más grande de la creación "el ser humano".
Un saludo