Cuando tras la caída del Muro de Berlín y de la antigua URSS
George Bush padre dijo “vamos a hacer un nuevo orden mundial”, todos entendimos
que se refería a que ya no habría dos sistemas alternativos en lo político y lo
económico, y la guerra fría dejaría de existir. Era el culmen del “Pensamiento Único”,
el famoso “Fin de la Historia” de Fukuyama y su alter ego pseudo crítico
situado en la esquina sin aristas de la “Postmodernidad” que le daba la razón más
en una pose estética que de calado filosófico.
Era el triunfo de la democracia liberal frente al Comunismo.
Ya desde la Segunda Guerra Mundial el socialismo se había hecho socialdemócrata
y nadie con un mínimo de principios defendería en adelante cualquier tipo de
dictadura fuera del signo que fuese.
Con todo, la democracia liberal, encarnada en la diversidad
de partidos políticos resumida en las tímidas derecha e izquierda y salpicada
de pequeñas gotas verdes y rojas de formaciones excéntricas (entiéndase esta
expresión en el sentido etimológico: fuera del centro), representaba el valor
del pluralismo, de la libertad y de la corrección de desigualdades concretado
todo ello en lo que se llamó el “Estado de Bienestar”.
En las sociedades occidentales, decir estado de bienestar era
sinónimo de democracia. ¿Cómo pensar en un estado democrático que consintiera
que sus ciudadanos no gozasen de educación, sanidad, pensiones, etc.?
Posiblemente ni Bush padre preveía lo que iba a suceder en
esta crisis financiera. Crisis que se ha llevado de un plumazo, no ya la justicia
social, que no ha existido nunca ni existirá, sino el Estado del Bienestar, y
con él la democracia.
Los gobiernos que hemos elegido se ven en la tesitura de
gobernar contra el pueblo que los votó y a favor de los que ya son muy ricos porque
el poder lo tienen los que se han quedado con el dinero acuñado con nuestro PIB.
Por esta tesitura ya han pasado y siguen pasando la mayoría de los países
pobres. Por eso sus democracias son tan débiles.
Como se verá, si nos quitan el Estado de Bienestar para
pagar prioritariamente a los que nos prestan, nos quitan la democracia tal y
como la conocemos hoy.
Mientras tanto, los partidos políticos siguen discutiendo
como si todo siguiera igual; sus militantes siguen enredados, como siempre, en
conspiraciones para ocupar cargos y puestos, como si nada
hubiera cambiado.
Las manifestaciones de DRY, 15 M, 25 S son altamente
corrosivas porque cuestionan, no sólo el capital, sino el sistema de partidos
que, después de habernos conducido al desastre, quieren perpetuarse en el
poder aunque sea haciendo lo contrario de aquello para lo que fueron elegidos. La
corrosión puede socavar la democracia y abre las puertas a un populismo
peligroso.
O los grandes partidos dejan de entretenerse en el simple
marketing electoral y en las luchas para ver quiénes ocupan los cargos y se
empiezan a dedicar a crear tejido social solidario, a poner al servicio sus
maquinarias para fomentar el empleo y la inversión, a abandonar la política del
slogan por la formación de los ciudadanos, por la participación abierta, o si
no hacen esto nos están poniendo en riesgo a la sociedad civil, que, falta de
liderazgos organizados, puede buscar fortuna en experimentos no siempre
positivos.
Pero me temo que no: por lo que veo a mi alrededor unos y
otros ya están estableciendo posiciones para ver quiénes serán los amos del
partido de cara a las próxima elecciones municipales y autonómicas. No han entendido nada y no lo entenderán hasta que suceda algo sonado. En fin, paciencia.
Apreciado Miguel Ángel, puedo estar en ocasiones de acuerdo, y en otras en desacuerdo, con tus comentarios ante situaciones reales.Tus argumentos son tan lícitos como lo pueden ser cualquier otro. Pero sí, permitemé que aproveche para decirte "es verdad". Es verdad que el pueblo ya no puede más, que soporta los desmanes y desatinos de una clase política que apunta mal y cada desacierto cae sobre la espaldas de los mismos. Nos ahogamos en la deudas, no podemos pagar las facturas,nos duelen los lamentos de nuestros hijos, soportamos expedientes de regulación de empleo, injustos, colas para cobrar una prestación ridícula y soportamos con paciencia, no con resignación, el boato, la corrupción, los discursos huecos de una clase dirigente ineficaz, manipuladora, que corroe hasta las entrañas. Estoy harta, necesito que suene la voz de los oprimidos, de los aplastados, y si ha de sonar que suene.
ResponderEliminar