jueves, 4 de octubre de 2012

LA DEMOCRACIA EN JUEGO


Cuando tras la caída del Muro de Berlín y de la antigua URSS George Bush padre dijo “vamos a hacer un nuevo orden mundial”, todos entendimos que se refería a que ya no habría dos sistemas alternativos en lo político y lo económico, y la guerra fría dejaría de existir. Era el culmen del “Pensamiento Único”, el famoso “Fin de la Historia” de Fukuyama y su alter ego pseudo crítico situado en la esquina sin aristas de la “Postmodernidad” que le daba la razón más en una pose estética que de calado filosófico.

Era el triunfo de la democracia liberal frente al Comunismo. Ya desde la Segunda Guerra Mundial el socialismo se había hecho socialdemócrata y nadie con un mínimo de principios defendería en adelante cualquier tipo de dictadura fuera del signo que fuese.

Con todo, la democracia liberal, encarnada en la diversidad de partidos políticos resumida en las tímidas derecha e izquierda y salpicada de pequeñas gotas verdes y rojas de formaciones excéntricas (entiéndase esta expresión en el sentido etimológico: fuera del centro), representaba el valor del pluralismo, de la libertad y de la corrección de desigualdades concretado todo ello en lo que se llamó el “Estado de Bienestar”.

En las sociedades occidentales, decir estado de bienestar era sinónimo de democracia. ¿Cómo pensar en un estado democrático que consintiera que sus ciudadanos no gozasen de educación, sanidad, pensiones, etc.?

Posiblemente ni Bush padre preveía lo que iba a suceder en esta crisis financiera. Crisis que se ha llevado de un plumazo, no ya la justicia social, que no ha existido nunca ni existirá, sino el Estado del Bienestar, y con él la democracia.

Los gobiernos que hemos elegido se ven en la tesitura de gobernar contra el pueblo que los votó y a favor de los que ya son muy ricos porque el poder lo tienen los que se han quedado con el dinero acuñado con nuestro PIB. Por esta tesitura ya han pasado y siguen pasando la mayoría de los países pobres. Por eso sus democracias son tan débiles.
 
Como se verá, si nos quitan el Estado de Bienestar para pagar prioritariamente a los que nos prestan, nos quitan la democracia tal y como la conocemos hoy.

Mientras tanto, los partidos políticos siguen discutiendo como si todo siguiera igual; sus militantes siguen enredados, como siempre, en conspiraciones para ocupar cargos y puestos, como si nada hubiera cambiado.

Las manifestaciones de DRY, 15 M, 25 S son altamente corrosivas porque cuestionan, no sólo el capital, sino el sistema de partidos que, después de habernos conducido al desastre, quieren perpetuarse en el poder aunque sea haciendo lo contrario de aquello para lo que fueron elegidos. La corrosión puede socavar la democracia y abre las puertas a un populismo peligroso.

O los grandes partidos dejan de entretenerse en el simple marketing electoral y en las luchas para ver quiénes ocupan los cargos y se empiezan a dedicar a crear tejido social solidario, a poner al servicio sus maquinarias para fomentar el empleo y la inversión, a abandonar la política del slogan por la formación de los ciudadanos, por la participación abierta, o si no hacen esto nos están poniendo en riesgo a la sociedad civil, que, falta de liderazgos organizados, puede buscar fortuna en experimentos no siempre positivos.

Pero me temo que no: por lo que veo a mi alrededor unos y otros ya están estableciendo posiciones para ver quiénes serán los amos del partido de cara a las próxima elecciones municipales y autonómicas. No han entendido nada y no lo entenderán hasta que suceda algo sonado. En fin, paciencia.




1 comentario:

  1. Apreciado Miguel Ángel, puedo estar en ocasiones de acuerdo, y en otras en desacuerdo, con tus comentarios ante situaciones reales.Tus argumentos son tan lícitos como lo pueden ser cualquier otro. Pero sí, permitemé que aproveche para decirte "es verdad". Es verdad que el pueblo ya no puede más, que soporta los desmanes y desatinos de una clase política que apunta mal y cada desacierto cae sobre la espaldas de los mismos. Nos ahogamos en la deudas, no podemos pagar las facturas,nos duelen los lamentos de nuestros hijos, soportamos expedientes de regulación de empleo, injustos, colas para cobrar una prestación ridícula y soportamos con paciencia, no con resignación, el boato, la corrupción, los discursos huecos de una clase dirigente ineficaz, manipuladora, que corroe hasta las entrañas. Estoy harta, necesito que suene la voz de los oprimidos, de los aplastados, y si ha de sonar que suene.

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